Vaquera, Patou, Vaillant: las marcas apuestan por lo grande, o por lo muy grande. Pendientes monumentales, collares imponentes, broches barrocos o perlas desmesuradas… Las joyas han dejado de ser solo un accesorio para convertirse en el centro de los looks. Desde las pasarelas hasta las redes sociales, captan la atención, desafían los códigos del buen gusto y reinventan la idea misma del complemento.
De simples accesorios a piezas clave
Relegadas durante mucho tiempo a un segundo plano, las joyas se imponen ahora como elementos centrales de las siluetas de moda. Ya no se limitan a completar un conjunto: ahora toman el protagonismo, haciendo sombra a las prendas más estilosas. Incluso durante la semana de la alta costura, donde la atención hubiera debido centrarse en los diseños y en los tejidos, han sido ellas las que han atraído todas las miradas.


El protagonista indiscutible de esta tendencia es, por supuesto, Schiaparelli. Si en temporadas anteriores Daniel Roseberry se inspiraba en el imaginario surrealista de la fundadora, esta vez adopta una estética de la acumulación. Los brazos de las modelos rebosan de pulseras escultóricas, apiladas hasta la saturación. Los accesorios se convierten así en una especie de armadura, siendo al mismo tiempo una extensión natural de la propia persona.
La misma tendencia reina en Patou, donde Guillaume Henry, fiel a su visión de un lujo alegre y sin complejos, apuesta por las joyas XXL. Desde hace varias temporadas, sus collares de perlas de varias vueltas subliman sus looks. Lejos de la discreción refinada propia del gusto burgués, el diseñador reivindica una ornamentación vistosa y provocativa. Incluso el simple pendiente de perla es grande y llamativo. La joya ya no es un detalle, sino una declaración: la de una feminidad que ya no quiere pasar desapercibida.
Lo absurdo se convierte en normal



En Vaquera, la colección otoño-invierno 25 apuesta por los contrastes: las perlas se alargan hasta las rodillas, los cinturones se agrandan como por hechizo, y un sujetador ha cambiado de talla para convertirse en un vestido largo. Las joyas son obra de D’Heygere, una marca conocida por reinterpretar los objetos cotidianos. Esta colaboración convierte lo absurdo en algo normal, y despoja al accesorio de su utilidad para convertirlo en una sátira, integrándolo en una estética grotesca. En Vaillant, pocas o ninguna joya aparecen en el cuello y las orejas de las modelos. Han sido remplazadas por cinturones largos como bufandas y bolsos oversize con hebillas exageradas.
Desde los años 80 hasta nuestros días
Este gusto por la ornamentación extrema nos transporta inevitablemente a los años 80. Una época en la que la feminidad se escribía con mayúsculas: perlas, oro, lycra y hombreras XXL. En 1991, durante su desfile primavera-verano, las modelos de Chanel ya lucían collares con varias vueltas a modo de armadura. Una época de crisis donde, al igual que ahora, el brillo se convertía en una puerta de salida, una forma de escapar a la realidad a través del esplendor.
Hoy en día de nuevo, las joyas XXL parecen responder a una tensión omnipresente. Ante un exceso de incertidumbre, respondamos con exceso. Una forma de destacar entre la multitud y de romper con la uniformidad reinante.


Si las joyas XXL seducen tanto, es también porque ocupan un espacio vacío. Por su tamaño, su brillo o incluso por su sonido, se imponen en el campo visual e incluso sonoro. Una manera de afirmar su propia presencia, en contra de las constantes exigencias de discreción impuestas a los cuerpos femeninos. La joya monumental se convierte así en una herramienta de expresión, casi militante, para afirmar su propia identidad.
A esto se añade el impacto de las redes sociales: en la era del scroll permanente, una joya oversize capta más fácilmente la atención que un accesorio discreto. Las marcas lo han comprendido, por eso estas piezas espectaculares (collares enormes, pendientes escultóricos, broches gigantes) están diseñadas para ser fotografiadas y compartidas. En un mundo saturado de imágenes, la joya se convierte en un anclaje visual, un símbolo de pertenencia a una marca o a una época.
Ahora que la moda coquetea a menudo con el minimalismo, estas joyas imponen su presencia, atrayendo las miradas, afirmando una identidad y rechazando la discreción. ¿Y si, a fin de cuentas, estas acumulaciones y reinterpretaciones fueran simplemente una forma de negarse a desaparecer? En una era que valoriza el silencio y la discreción, estas joyas proclaman, alto y claro, que no hay por qué pedir perdón por existir.
Artículo de Julie Boone.