Los fuzzy, fluffy, hairy o furry son los zapatos con pelo que se están imponiendo esta temporada como una de las tendencias más destacadas. Desde las dependencias privadas de las damas hasta las pasarelas, este calzado ha atravesado un siglo de historia de la moda, aportando un toque original a nuestros looks invernales. Ya sea por su comodidad o por su extravagancia, los hairy shoes no dejan a nadie indiferente.
Los hairy shoes: un must-have invernal
Relegados durante mucho tiempo a la intimidad del hogar o a los deportes de invierno, los fuzzy shoes reclaman hoy en día un lugar en nuestro vestuario cotidiano. Muy polivalentes, existen en versión bota, con tacón, tipo bailarina o mule, luciendo tanto tonos sobrios como colores llamativos, con tipos de pelo muy variados, desde los más lisos hasta los más rizados, pasando por el efecto shearling.
Las Yeti boots, voluminosas y envolventes, son perfectas combinadas con una falda o con un vestido, creando un bonito contraste con una estética Y2K. Los zapatos de tacón peludos, más elegantes y estructurados, son un detalle sorprendente: con un pantalón de traje o un vaquero ajustado, transforman un look clásico en un outfit muy atrevido. Incluso las bailarinas, durante mucho tiempo sinónimo de sobriedad, se reinventan en versión fuzzy, convirtiéndose en piezas icónicas del invierno que se pueden llevar con medias opacas o con calcetines estampados, jugando con las superposiciones y las texturas.
De los salones privados a los desfiles
Aunque parezcan muy modernos, los zapatos con pelo vienen de lejos. A comienzos del siglo XX, ya estaban presentes en los salones privados de las damas de alta cuna. En esa época eran accesorios íntimos, reservados para los espacios interiores, y simbolizaban una forma de elegancia discreta y de refinamiento personal. En la década de los 40, las pin-ups los adoptaron y los transformaron en un verdadero accesorio glamour, posando con estos zapatos para imágenes que combinan seducción y sofisticación.
En los años 80, los zapatos con pelo se integraron en el universo del striptease, de los cabarets y de la vida nocturna, donde adquirieron una dimensión sensual. Más tarde, en los años 2000, la tendencia empezó a democratizarse: los chándales aterciopelados, los tonos pastel, el rosa chicle y el espíritu Y2K otorgaron a las fuzzy shoes un aire glamuroso y llamativo.
El inicio de los 2010 marcó un punto de inflexión para este calzado. La colección Primavera 2013 de Celine impuso los mules mullidos, inspirados en los zapatos de Minnie. Algunas temporadas más tarde, Jonathan Anderson los puso de nuevo de moda en Loewe, con volúmenes exagerados y texturas fantasiosas, otorgando a las fuzzy shoes una dimensión casi icónica. Desde entonces, están presentes de forma recurrente en las pasarelas: Burberry, Christopher Esber, Gucci, Ferragamo, Maison Margiela…
Una tendencia que va más allá del calzado
Pero la estética furry no es solo cosa de pies: hoy en día se refleja también en los bolsos de todos los tamaños, que adoptan igualmente texturas peludas. Una tendencia que se inscribe en un movimiento más amplio: el fin del reinado de los mini-bags y de la discreción. Los bolsos pequeños, símbolo hasta ahora de un minimalismo casi extremo, ceden su lugar a una nueva generación de accesorios XXL, pensados para acompañarnos en un día a día muy cargado. El bolso vuelve a convertirse en un objeto funcional, un espacio donde conviven el ordenador, el neceser, una botella reutilizable, varios cargadores, libros y todos esos objetos que vamos acumulando a lo largo de la jornada. Lejos de ser un simple accesorio, el bolso furry se convierte en una pieza icónica, capaz de equilibrar una silueta monocroma o de dinamizar un abrigo quizá demasiado sobrio.
En la actualidad, las fuzzy shoes ya no se limitan a calentar nuestros pies. Encarnan por sí solas una auténtica tendencia de moda. Llevadas en interiores, en la ciudad e incluso en las pasarelas de las marcas más prestigiosas, reflejan una forma desinhibida y creativa de abordar la moda. Los hairy shoes expresan un deseo de libertad formal y son, en definitiva, una nueva silueta cuyos contornos aún no hemos terminado de explorar.
Artículo de Julie Boone.
