El 2025 ha sido un año especial para el mundo de la moda. La integración de la inteligencia artificial en los procesos creativos, las colaboraciones inesperadas, las campañas polémicas y las reediciones de piezas icónicas han marcado un año jalonado por momentos clave ampliamente mediatizados. Mientras el mercado de segunda mano continúa su crecimiento, la llegada de Shein al BHV Marais de París ha suscitado intensos debates, poniendo de relieve las contradicciones de un sector dividido entre atractividad comercial, imagen y ética. Ahora más que nunca, la moda sobrepasa el ámbito de la prenda: se impone simultáneamente en las pasarelas y en las pantallas, moldeada por las lógicas de las plataformas digitales.
Marcas de lujo: la era de las transiciones permanentes
El año 2025 prolonga e intensifica un movimiento iniciado en temporadas anteriores: el de los cambios casi permanentes al frente de las grandes marcas de moda. Apenas se anuncia un nombramiento, que otro ya le sucede, dando la sensación de un sector en constante búsqueda de identidad. Un claro ejemplo de esta inestabilidad es que Dario Vitale anunció recientemente su salida de Versace tras solo ocho meses en el cargo de director artístico. Unos días antes, Olivier Rousteing dejaba Balmain, cerrando un capítulo clave de la historia reciente de la maison.



Si las salidas marcan rupturas, las llegadas han ampliado, en cambio, el campo de lo posible. Matthieu Blazy cristaliza grandes expectativas con su llegada a Chanel: la esperanza de una renovación que refleje el presente conservando, al mismo tiempo, el legado de la marca. En Bottega Veneta, la toma de posesión de Louise Trotter se presenta como una de las transiciones más coherentes del año.
Por el contrario, la salida de Jonathan Anderson de Loewe ha dejado un vacío muy perceptible. La dinámica positiva de la casa parece experimentar una ligera desaceleración, visible en su bajada de popularidad. Algo que contrasta con Saint Laurent, que, bajo el impulso constante de Anthony Vaccarello, continúa una trayectoria ascendente y se está consolidando más que nunca como una de las marcas más buscadas del momento.
2025 y sus nuevos iconos
A contracorriente de una moda dominada por la narrativa y la imagen, algunas piezas se han impuesto tanto por su funcionalidad como por su visibilidad. Las zapatillas de running y de trail siguen dominando el día a día, impulsadas por la búsqueda de comodidad, pero también por la capacidad de las marcas para transformar referencias técnicas en marcadores culturales. Nike ha recuperado un lugar central en el espacio mediático, en particular gracias a colaboraciones específicas como la realizada con Jacquemus, que redefinen las fronteras entre eficacia, imagen y uso.
« It bag un jour, it bag toujours »


El bolso Paddington de Chloé, reeditado por Chemena Kamali, ilustra perfectamente la fascinación por las piezas de los años 2010. Según el informe Lyst 2025, las búsquedas relativas a este bolso se dispararon un +570 % tras su relanzamiento, situándolo entre los accesorios más codiciados del año. Este éxito refleja tanto el apego a los clásicos como su apropiación por una nueva generación de compradores y figuras influyentes. Al mismo tiempo, los mocasines, y en particular los de Saint Laurent y The Row, registran también un aumento espectacular en las búsquedas, convirtiéndose a su vez en piezas imprescindibles.
Pero 2025 no se limita a los clásicos: los Labubu, esas figuritas que han invadido los feeds, se han convertido en auténticos símbolos generacionales que reflejan una fascinación por los objetos lúdicos, incluso infantiles. Una tendencia que demuestra que la moda no solo se centra en la ropa sino también en los amuletos y fetiches.
Una moda menos centrada en las capitales europeas
Pero eso no es todo. 2025 también ha marcado una apertura más clara hacia horizontes durante mucho tiempo ignorados. El interés creciente por marcas no occidentales, como Fancì Club, firma vietnamita con sede en Ciudad Ho Chi Minh, es un buen ejemplo. Las Fashion Weeks de Dubái y de Shanghái también han ganado credibilidad y visibilidad, consolidándose progresivamente como plataformas importantes.


Esta dinámica de descentralización se ha observado igualmente en Francia, con la primera edición de la Slow Fashion Week de Marsella. Concebida como alternativa a los circuitos parisinos tradicionales, propone una visión distinta de la creación: más local, más comprometida, pero también más lúdica. Los desfiles ya no han sido las únicas actividades del programa: conferencias e incluso talleres han enriquecido esta semana de la moda fuera de lo común.
En definitiva, 2025 no ha sido un año revolucionario, pero ha supuesto un ajuste profundo para el mundo de la moda. Un mundo que se ralentiza en algunos aspectos y se fragiliza en otros, pero que, sobre todo, busca un nuevo sentido a lo que hace hoy en día: altas exigencias en cuanto a los diseñadores, productos capaces de durar y una apertura a nuevos escenarios más allá de las capitales de la moda tradicionales. Una transición que quizás sea más consciente que las anteriores.
Artículo de Julie Boone.








