Desde 2004, H&M pone el lujo al alcance del gran público gracias a sus colaboraciones con diseñadores prestigiosos. Estas colecciones, efímeras y muy mediáticas, permiten que sus clientes puedan llevar piezas que normalmente estarían reservadas a las pasarelas. Pero detrás del glamour y del prestigio, la realidad industrial es mucho menos atractiva. ¿Por qué colaboran estos creadores con la fast fashion? Aquí te lo explicamos.
H&M, el gigante de la fast fashion que domina las colaboraciones
H&M es la única marca de la fast fashion que colabora con diseñadores de lujo desde hace más de veinte años. Desde 2004, la marca lanza una colección anual firmada por un diseñador conocido. Un concepto que ha revolucionado por completo la relación entre el lujo y el gran público.

El primer éxito rotundo fue la colección de Karl Lagerfeld, que se agotó en tan solo unas horas, a pesar de que contaba con un stock para varias semanas. Desde entonces, otros grandes nombres de la moda han ido tomando el relevo: Roberto Cavalli, Comme des Garçons, Sonia Rykiel, Versace, Marni, Maison Martin Margiela, Isabel Marant o Balmain. El objetivo de H&M es simple: democratizar las creaciones de los diseñadores más importantes.
Para celebrar veinte años de colaboraciones, la marca volvió a comercializar algunas piezas encontradas a través de plataformas de segunda mano. Una señal clara de que estas colecciones conservan un valor simbólico y comercial incluso mucho después de su lanzamiento.
Glenn Martens, cada vez más rápido
En 2025, Glenn Martens y Ludovic de Saint-Sernin han colaborado respectivamente con H&M y Zara, los dos gigantes de la fast fashion junto con la japonesa Uniqlo. Para ambos creadores, estas colaboraciones representan una visibilidad mundial instantánea y una manera de llegar a consumidores que jamás podrían acceder a sus colecciones originales.


Sin embargo, detrás de este éxito de marketing, las condiciones de producción no se asemejan para nada a las de las marcas de lujo. Las fábricas y los trabajadores suelen estar al otro lado del mundo, las materias primas rara vez son de calidad, el ritmo de producción es frenético y el resultado suele ser decepcionante: una prenda que no resiste a los lavados y de la que nos cansamos fácilmente. En Reddit, un usuario que comentaba la colaboración entre Glenn Martens y H&M incluso llegó a asegurar: «es mejor que compréis prendas de Y/Project de segunda mano», en referencia a la antigua marca del diseñador, que hoy en día ya no existe.
Este año, el creador belga está en todas partes. Ha sido nombrado director artístico de Maison Margiela, mientras continúa su trabajo en Diesel. Su acuerdo con H&M se suma a un calendario ya sobrecargado, por lo que muchos se preguntan si esta colaboración era realmente necesaria. Un cuestionamiento que va más allá del caso Martens, revelando un fenómeno más amplio: el de una moda que acelera sin dar lugar al descanso. En la actualidad, el diseñador que es considerado como «esencial» suele ser el que acumula varias direcciones creativas, multiplica proyectos y navega entre el lujo, el streetwear y la fast fashion. Un ritmo que no solo es vertiginoso, sino que además es una obligación.
Zara apuesta por el nuevo «enfant terrible» de la moda
Tras firmar la colección de alta costura de Jean-Paul Gaultier en enero, colaborar con Zara en noviembre, y hacer una fugaz aparición (de apenas una temporada) en la dirección artística de Ann Demeulemeester, Ludovic de Saint-Sernin parece moverse ahora entre varios universos, desde el más vanguardista hasta el más comercial.

Por su parte, Zara continúa su transformación. En los últimos años, la cadena ha perfeccionado su imagen: sus tiendas ofrecen ahora una experiencia de compra casi premium, sus colecciones captan las tendencias a una velocidad récord y, al mismo tiempo, sus precios han aumentado considerablemente. La campaña de lanzamiento de la colaboración, rodada en las calles de Nueva York, cuenta con modelos omnipresentes en las pasarelas. El resultado es que el público ya no está seguro de que se trate de fast fashion. Y es precisamente ahí donde interviene Ludovic de Saint-Sernin, que aporta a la marca española esa legitimidad que le faltaba a Zara para inscribirse en el mundo del «lujo».
En el fondo, las colaboraciones entre diseñadores y fast fashion revelan una contradicción profunda: dan la impresión de un lujo más accesible, apoyándose en un modelo que, en realidad, permanece intacto. Los creadores obtienen una visibilidad planetaria, las marcas adquieren prestigio y los compradores tiene la posibilidad de adquirir una pieza de diseño. Pero esta aparente democratización oculta el lado oscuro de un sistema perfecto: una menor calidad, ritmos de producción insostenibles y condiciones laborales difíciles.
Entonces, ¿por qué estas colaboraciones siguen funcionando? Pues porque en un mercado saturado, se han convertido tanto en una herramienta de visibilidad como en un motor económico. Unas asociaciones que demuestran que el lujo busca compradores en todas partes, y que la fast fashion, por su parte, lleva mucho tiempo buscando una manera de legitimarse.
Artículo de Julie Boone.








