Ausente durante mucho tiempo, el pantalón de tiro muy bajo vuelve con fuerza a las pasarelas de la mano de Sean McGirr, de Alexander McQueen, que resucita el mítico bumster. Aquí te explicamos por qué esta tendencia llega en el momento justo para la marca británica.
La vuelta de un icono de McQueen
Dos años después de su nombramiento en McQueen, Sean McGirr sigue apropiándose del legado de la casa. Para la primavera-verano de 2026, actualiza una prenda icónica: el bumster, un pantalón de cintura muy baja diseñado por Alexander McQueen en 1993.
En aquella época, el otro enfant terrible de la moda quiso redibujar la silueta, mostrar la parte baja de la espalda hasta el inicio de las nalgas y alargar el torso, en resumen, romper las normas. Creó así una prenda radical, ceñida al cuerpo, que se convirtió en todo un icono. Su sucesora, Sarah Burton, ya lo había rehabilitado en 2023, antes de dejar la marca para irse a Givenchy. Ahora es Sean McGirr el que vuelve a retomarlo.



Una elección que no es casual, ya que el grupo Kering, propietario de la marca, atraviesa un periodo delicado: resultados a la baja, ajustes estratégicos y cambios en las direcciones artísticas para intentar revitalizar sus marcas.
En este contexto, este revival de McQueen parece un intento claro de reposicionamiento, utilizando el pasado para asegurar mejor el futuro.
Sin embargo, no sabemos si este regreso al estilo esencial bastará para convertir a Sean McGirr en un verdadero sucesor a la altura del mito McQueen…
Una silueta femenina que desborda sensualidad
A diferencia de las temporadas anteriores, la colección primavera-verano 2026 de Sean McGirr es exclusivamente femenina. Y es precisamente el bumster el que se convierte en el hilo conductor. Presentado en pantalón de vestir, falda de cintura baja o pantalón corto, sirve como base para un vestuario que oscila entre los trajes de chaqueta clásicos y el espíritu grunge.
Así, la sensualidad ya no se refleja en la silueta extremadamente delgada de Kate Moss o de Alexa Chung de principios de los 2000. Ahora, tanto la zona baja de la espalda como las curvas se asumen por completo. McGirr no quiere eliminar las formas, sino jugar con ellas, sobre todo con las faldas que se llevan bajas sobre las caderas, acentuadas por bolsillos laterales que redefinen la línea de la pelvis.



Estos bolsillos no son solo estéticos, también combinan un estilo sexy con un lado más práctico. Una manera de decir que el cuerpo puede mostrarse sin ser vulnerable, y que la ropa no es únicamente una herramienta de seducción.
Además, todo ello se inscribe en una atmósfera muy indie sleaze, donde los códigos Y2K se revisitan con ironía: eyeliner negro corrido, chaqueta de oficial sin nada debajo y una actitud despreocupada, casi insolente. Una feminidad libre que se burla de las convenciones.
Estilo ultra sexy asumido… pero muy sexualizado
Entre los elementos más destacados del desfile se encontraba el tanga alto, visible por encima del pantalón de cintura baja. Una provocación directa reinterpretada para la alta costura. Otra referencia a la hipersexualización Y2K han sido las minifaldas apenas más anchas que un cinturón, del estilo de las que Diesel ha popularizado en las últimas temporadas.
Pero este enfoque sólo concierne a los cuerpos femeninos. Ningún look masculino interviene para difuminar las líneas, lo que hace que, por desgracia, el gesto pierda su fuerza. Pese a retomar ciertos símbolos de liberación corporal, Sean McGirr sigue encerrado en una lectura únicamente femenina de lo que puede considerarse sexy, en la que el cuerpo de las mujeres continúa siendo el único soporte de provocación.



A modo de comparación, Anthony Vaccarello en Saint Laurent va mucho más allá en su crítica de las normas: haciendo desfilar a hombres con botas altas, invierte los códigos de género de manera subversiva. Allí donde McGirr ve seducción, Vaccarello intenta desestabilizar.
Con el regreso del bumster, Sean McGirr firma una colección que cumple con todos los códigos establecidos: respeto del estilo histórico, integración de las tendencias actuales y una ejecución perfectamente controlada. Una propuesta que funciona visualmente, pero que carece claramente de audacia. Al centrar todo en el cuerpo femenino, apenas reafirmado y sobre todo sexualizado, McGirr no hace más que reciclar provocaciones que ya forman parte del ayer…
Artículo de Julie Boone.