Esta temporada, los diseñadores han decidido revisitar los arquetipos, redefinir la feminidad y dar lugar a nuevas narrativas en torno al tema del género. Aquí tienes un repaso de los momentos clave que han marcado la edición Primavera-Verano 2026 de la Fashion Week de Nueva York.
Nueva York, una fuente de inspiración para los diseñadores
Esta temporada, la ciudad de Nueva York ha dejado de ser un simple escenario para transformarse en una verdadera fuente de inspiración para los diseñadores.
Es el caso de Calvin Klein, donde Veronica Leoni ha reinterpretado los símbolos de la marca (sobre todo el icónico elástico con logo de la ropa interior) para convertirlos en un elemento de lujo. Los trajes de chaqueta, con un estilo ligeramente clásico, se han mezclado con los kimonos, mientras que los sobrios escotes cuadrados han dejado entrever una lencería atrevida. Con esta segunda colección, la diseñadora ha empezado a dibujar los bocetos de unos personajes en plena evolución.



Al mismo tiempo, Chinatown se ha convertido en el escenario perfecto para la colección de Sandy Liang. Inspirándose en las abuelas del célebre barrio chino de Nueva York, la diseñadora ha presentado unas creaciones girly que mezclan tonos pastel, cuadros vichy, encajes, botones enormes y ciertos toques infantiles. Con esta colección, la creadora rinde un sincero homenaje a esas figuras femeninas poco visibles, pero que son fundamentales.
Del mismo modo, la línea Valentino Beauty ha reactivado la memoria colectiva al apropiarse, por una sola noche, del mítico Studio 54. Un club que volvió a cobrar vida gracias, en buena parte, a personalidades como Cher o Lenny Kravitz, que una vez más estuvieron presentes. Como ha afirmado el influencer @Lyas: «it was so good ».
Una nueva idea de la feminidad
Esta nueva edición ha confirmado que la feminidad, para muchos diseñadores, no solo rima con sensualidad. Tory Burch lo ha plasmado con sobriedad, presentando faldas por debajo de la rodilla, líneas depuradas y colores contundentes (rojo, amarillo o azul), como si quisiera inyectar vitalidad a unas siluetas deliberadamente moderadas.
Es también el caso de Khaite, donde las texturas selectas y los cortes precisos han dibujado una silueta que emerge de la niebla con una tensión controlada. Al mismo tiempo, Amy Smilovic ha profundizado su reflexión sobre los contrastes en Tibi, inspirándose sobre todo en el movimiento arquitectónico brutalista.
La dualidad de género
Para explorar la dualidad de género, Collina Strada ha apostado por una puesta en escena impactante: las modelos desfilaban de dos en dos, vestidas de la misma manera. Una de ellas, vestida de color, abría el paso; la otra, toda de negro y con velo, la seguía como si fuera una sombra. Este juego de duplicidad ponía en relieve toda la ambivalencia de las prendas. Un vestido de novia, por ejemplo, se convertía en un vestido de luto al pasar del blanco al negro. Jugando con estas oposiciones, la diseñadora ha querido demostrar cómo el contexto, ya sea social, político o personal, transforma el significado de una prenda y, por extensión, nuestra manera de llevarla.



En Khaite, la densa niebla que envolvía la pasarela impedía la percepción inmediata de las siluetas. Un gesto muy simbólico para un desfile destinado a mostrar la totalidad de la colección, ya que las prendas no se percibían desde el principio, sino que se resistían, se escabullían por un instante para luego dejarse entrever, como si tuviéramos que olvidarnos de ver demasiado rápido…»
La precisión como lema
En una industria donde todo se hace a un ritmo frenético, varias marcas han convertido la rigurosidad en un compromiso. En Khaite, cada prenda pasa por las manos de Catherine Holstein, la directora artística, antes de ser aprobada. «Creo firmemente que la mejor herramienta de marketing es un buen producto», ha declarado a WWD. Una filosofía que aplica al pie de la letra. Por su parte Collina Strada, cuyo estilo es más llamativo, ha demostrado su savoir-faire reproduciendo los mismos modelos en diferentes colores. Eliminando la distracción del color, la diseñadora exhibe aún más su dominio de los cortes y de los volúmenes.



La Fashion Week de Nueva York nos ha dejado como legado una serie de colecciones concebidas como respuesta a las ambigüedades del mundo, creadas tanto con la memoria personal como con la colectiva. Algunas han reflejado lo más íntimo (el recuerdo de una abuela, de una ciudad, de una emoción), mientras que otras han jugado con las sombras, con la tensión o con la resistencia. Sin embargo, lo que está claro es que todas tienen una misma intención: ir más despacio, reflexionar y contar las cosas de otra manera, presentando sus prendas ya no como una simple tendencia o producto, sino como un espacio de diálogo entre uno mismo y el mundo.
Artículo de Julie Boone.